Actualmente, el gobierno y la empresa de electricidad de Tokyo, TEPCO, repiten hasta el cansancio que un temblor de tierra de amplitud inusual ha golpeado el norte de Japón. Sin embargo, el profesor asociado a las investigaciones sobre energía nuclear de la Universidad de Tokio Hiroaki Koide ha declarado que: “Puesto que el Japón es uno de los países en el que los temblores de tierra son más frecuentes, ningún temblor de tierra sería imprevisto si el gobierno apoya la energía nuclear”. Muchos ciudadanos lo considerarán acertadamente responsable del accidente.
Ayer la empresa TEPCO ha comenzado a efectuar cortes programados en Tokio y en otros municipios que continuarán hasta fines de abril, explicando que el accidente nuclear ha provocado falta de electricidad. Muchos trenes saldrán de servicio. Ayer circulaban normalmente menos de la mitad de las líneas
Los negocios y los supermercados de la región metropolitana no tienen suficientes alimentos para los clientes. Escasean la leche, el agua, el pescado, el pan, el arroz. Algunas estanterías están vacías. La explicación la dan los problemas de distribución. Las autopistas se hallan bloqueadas y los camiones no pueden trasladarse.
Los habitantes de Tokio se habían acostumbrado a un cierto confort. Podíamos adquirir cualquier alimento sin darnos cuenta de los centenares de kilómetros recorridos. No nos preocupaba quién lo había producido y cómo. Ahora el terremoto y la fusión del corazón de los reactores nos recuerdan que la distribución es aleatoria y que existen otras formas de vivir.
Como la sobreproducción, el sobreconsumo y el derroche producen consecuencias serias en el planeta acompañadas del efecto invernadero y de la destrucción de la Madre Tierra. Nuestra mayor tarea hoy en día sería redefinir una manera de vivir sin destruir el ambiente.
Han pasado cuatro días desde la tragedia. Se suceden y se juntan alarmantes informaciones. No nos han llegado aún noticias de nuestros parientes en las zonas siniestradas. La contaminación por radiación se expande. Parece que ya llega a Tokio. Estamos rodeados de invisible angustia.
Con solidaridad, esperanza y amor.
Yoko Akimoto
Kurosawa reflejó el desastre nuclear en uno de los “episodios” de su obra Dreams (1990):