Una entrevista a Edgar Morin dura, porque el presente es inquietante pero, con atisbos de esperanza:

“…Se crean muchas cosas. El mundo hierve de iniciativas por querer vivir. ¡Hagamos de tal modo que esas iniciativas se conozcan y crezcan! Allí está la mayor dificultad, porque estamos siendo arrastrados a toda velocidad en una carrera hacia los desastres, sin que tengamos conciencia de lo que nos ocurre.
La crisis intelectual es probablemente la peor porque continuamos pensando que el crecimiento va a resolver todos los males mientras que el crecimiento infinito y acelerado nos proyecta en un mundo finito que lo vuelve imposible.
No existen pensamientos lo suficientemente complejos para encarar todo eso: nuestra educación forma muy buenos especialistas pero incapaces de transmitir sus conocimientos a los demás. Hacen falta reformas solidarias. Todo eso nos muestra la dificultad que nos plantea el cambio de ruta.

P. Usted habla del crecimiento que persiste como credo de la clase política como uno de los vectores de agravamiento de la crisis. ¿Se ha convertido usted al “descrecimiento”?
No, es necesario combinar crecimiento y descrecimiento. Estoy en contra de ese pensamiento binario que no logra superar la contradicción. Hay que distinguir entre lo que debe crecer y lo que debe decrecer. Lo que va a crecer es evidentemente la economía verde, las energías renovables, las actividades solidarias, los servicios sorprendentemente subdesarrollados como los hospitalarios.
Sabemos muy bien que lo que debe decrecer es el derroche enegético y contaminante, esta carrera desenfrenada de consumo, de intoxicaciones consumistas…
Es todo un mundo de ideas, pero lo que falta es su ingreso a una fuerza política nueva.”