Hace muchos años que me gusta la palabra snob. Suena bien, es corta y me gusta el sentido que se le suele dar, adjetivo para definir a personas algo excéntricas, que siguen las tendencias cuando apenas han asomado a la calle, que siguen las modas de otros lugares, a las que -en cierto sentido- les gusta o al menos no les importa llamar la atención.
Como otras tantas veces en el lenguaje, el uso de una expresión no siempre se corresponde con el significado real de ésta. Quizás más que real deberíamos decir inicial, ya que como en el ámbito legal la costumbre hace la norma en el lenguaje el común entender dota de significado (diferente del que tenían cuando se crearon) a las palabras o expresiones.
En este sentido, el significado de snob variaría radicalmente y, creo, que casi se podría considerar un insulto en su significado inicial, pues era la notación marginal que se utilizaba en Inglaterra para los alumnos que inscritos en un colegio o residencia carecían de título nobiliario: “s.nob.”, “sine nobilitas”, sin nobleza, que carece del título nobiliario que lo hace noble.
Por cierto, esto me recuerda que habrá que estudiar de dónde deriva el actual sentido de noble, pues también es curioso que esta expresión de connotaciones positivas se correponda con un título nobiliario.
Así que creo que la próxima vez que alguien me llame snob no me voy a sentir ofendido. En primer lugar, porque algo de snob –en el actual sentido del término– tengo y, si bien no me gusta llamar la atención ni creo que se me pueda considerar excéntrico, algo de ello sí tengo, sobre todo en mi pensamiento. Por otra parte, en el original sentido de la palabra, tampoco me voy a ofender, pues, efectivamente, soy un plebeyo… ¡y a mucha honra!
Además de las expresiones cuyo sentido variamos con el uso, existen otras que utilizamos sin conocer su significado. Hace ya mucho que leí el significado de la arroba informática en una revista de usuarios de Airtel (hoy Vodafone). Como el símbolo “&” procede del inglés y es una evolución en la escritura de un término concreto, “at” (“en” en castellano). El “at” inglés, lógicamente, procede del “ad” latino con igual significado, como el “&” al que hacía referencia no es más que la evolución del “et” latino, cuyo significado es nuestra conjunción “y”. Esto puede verse todavía en numerosas tipografías de tipo manuscrito o no, por ejemplo en la “Lucida handwriting” o en la familia “Rotis” por citar un par.
Pero volviendo a la arroba, así pues cobra sentido el que las direcciones de correo electrónico se compongan de un nombre identificador (silta), la preposición “en” (@) y el nombre del dominio en el que se inscribe ese nombre (dominio.com).
Lo más gracioso es que algo de tan extendido uso deberíamos saber porque lo utilizamos. Al menos si te dedicas al sector de la informática, rama internet, como un amigo mio, gerente de una de las pocas “punto com” que quedan y por supuesto reconvertida actualmente en algo menos “.com”, que no tenía ni idea del asunto.