Paul Romer y William Nordhaus, premios Nobel de Economía 2018 (Cándido Pañeda, Catedrátioco de Economía Aplicada)

El Premio Nobel de Economía del 2018 ha sido concedido a dos economistas que, siendo muy distintos en muchos otros aspectos, tienen algo en común, ambos se enfrentan al tema del crecimiento económico, aunque lo hagan desde dos perspectivas diferentes: por una parte, a Paul M. Romer, quien convierte en traslúcida la caja negra de la tecnología y, por otra, a William D. Nordhaus, quien, partiendo del hilo de las restricciones que la escasez de recursos naturales puede plantear al crecimiento, llega al ovillo del cambio climático. A continuación, se resumen ambas aportaciones.

Paul Romer

Un bien es “rival” cuando, por decirlo de algún modo, no podemos usarlo dos personas al mismo tiempo. Por ejemplo, una camisa es un bien rival porque una persona no puede llevar la camisa que utiliza en ese momento otra persona. 

La “exclusión” se refiere, como la palabra indica, a si hay algún sistema que permita excluir a los potenciales usuarios. En las camisas hay exclusión, ya que en las tiendas no se las facilitan a quienes no las pagan. Pues bien, resulta que la tecnología es un bien no rival en el que hay exclusión, aunque sólo sea parcial o temporal. Así, el programa con el que se escriben estas líneas es un bien no rival porque pueden estar utilizándolo muchos otros usuarios en paralelo, sin que pase nada y, además, es un bien en el que hay exclusión, pues se usa previo pago del mismo. 

Vinculada con la no rivalidad, la tecnología tiene otra característica fundamental: el coste de producirla es elevado y el coste de, por así decirlo, “reproducirla” es bajo. 

Crear el programa con el que se escriben estas líneas costó mucho dinero, pero, una vez que se creó, realizar copias del mismo cuesta muy poco. Esto nos lleva al mundo de los rendimientos crecientes y los costes decrecientes (si el coste de crear el programa es 1.000 y el de la copia es 2, el coste medio de la primera copia es 1002. Si realizamos dos copias y hacemos de nuevo la cuenta desde cero, el coste medio baja a 502) y, al final, a la competencia imperfecta.