El psicólogo social Pablo Fernández Christlieb considera que la elegancia es “una actitud ante la vida” y también “una política”…
¿Eres una persona elegante? – Yorokobu:

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la elegancia es “un modo de ser que abarca maneras de pensar, hablar, comportarse, mirar y morir”. Y un modo de ser es, en definitiva, una manera de vivir.

“Los optimistas y los entusiastas no pueden ser elegantes porque quiere todo, creen en todo y logran todo, es decir, son muy aplicados, mientras que los elegantes, en vez de aplicados, son más bien replegados”

Los optimistas quieren ser el centro de atención, dice Fernández Christlieb. Los elegantes, en cambio, quieren alcanzar el margen porque no les preocupa ni el fracaso ni la escasez.

La palabra elegancia proviene de elegir y eso es lo que hay que hacer aunque no haya opción”.

La elegancia tiende a salirse de las modas, sea en ropa, en ideas o en gustos. Asimismo, utiliza los ademanes de la discreción, el tono de voz de la descripción, que es diferente al de la epopeya y la gesta heroica, como si la elegancia quisiera hacer notar que no se nota, expresar que no es muy expresiva y, por eso, el truco clave de la elegancia es el gesto casual, como si se fuera así sin querer”.

La elegancia no es un curriculum vitae, sino una actitud, un modo de mirar el mundo, y entonces, paradójicamente, para ser elegante hay que empeñarse en no empeñarse

tan difícil de alcanzarse que, por eso, una mujer no podía ser elegante antes de los treinta años y un hombre antes de los cuarenta, ya que requiere ese escepticismo que solo da la sabiduría, o al revés, esa sabiduría que solo da el escepticismo”.

La elegancia es “una actitud ante la vida” y también “una política”. Por eso, según el mexicano, no tiene nada que ver con el dinero ni la dominación ni las clases altas, que “por lo común, tienen demasiados estorbos que les impiden ser elegantes”. “La elegancia”, asevera, “se puede dar el lujo de no traer dinero, cosa que no les está permitido a los nuevos ricos”.
El exhibicionismo del dolor o la euforia son poco elegantes. Es una forma de imponer una sensación al resto de la sociedad, según el humanista. “La falta de elegancia parecería que consiste en imponerle a los demás sus gustos, sus pertenencias, sus razones, su cociente intelectual, sus insistencias de salvar al mundo, que equivalen a ponerse enfrente de los demás y taparles la vista y taponearles sus pensamientos y cerrarles el paso, obligando a los demás a ver, oír y responder lo que no les interesa. Quien acapara una conversación no puede ser muy elegante. Quien hace sentir mal a los demás, tampoco”.
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