De alguna manera he visto estos tres artículos muy interrelacionados. ¯_(ツ)_/¯
1.
Un interesante artículo, en el que parece defenderse que la gente se independice, beba y fume (y se ponga a trabajar pronto para podérselo pagar) como en 1970 ó 1980… en lugar de estar en la habitación mirando la pantalla de su smartphone. ;-P
Porque claro la tele no tiene pantalla, y los Commodore (como la tele) no son dispositivos electrónicos.
Have Smartphones Destroyed a Generation? – The Atlantic
But the allure of independence, so powerful to previous generations, holds less sway over today’s teens, who are less likely to leave the house without their parents. The shift is stunning: 12th-graders in 2015 were going out less often than eighth-gradersdid as recently as 2009.
A lo mejor unos padres centrados en objetivos “por el bien de sus hijos” muy distintos a los que se fijaban padres de generaciones anteriores son los que han traído a las redes sociales a aprovechar todo ésto. No es cosa del smartphone.
Que las redes sociales pueden hacerte infeliz… seguro; sobre todo cuando tu educación se centra en tus resultados, tus títulos, la cantidad de actividades extracurriculares, lo que pareces… para que los padres se puedan sentir orgullosos. Y sí, ese es el juego de las redes sociales y esa tan profesional en la que estamos los padres, LinkedIn, también va de lo mismo que las demás.
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Otros dos artículos me han parecido también muy interesantes y reveladores sobre la coincidencia con el desarrollo del smartphone y la nueva realidad económica derivada de la crisis financiera de 2007/2008 y ese acrecentamiento de la brecha entre los que más y los que menos tienen.
2.
El primero, en Wall Street Journal (de pago, deberías podéis leerlo aquí), habla de cómo las compañías quieren ganar al próximo “billón” de usuarios de smartphones, a través de conseguir a bajo coste de hardware aplicaciones que requieran poca alfabetización, vídeo y voz en mercados emergentes…
Instead of typing searches and emails, a wave of newcomers—“the next billion,” the tech industry calls them—is avoiding text, using voice activation and communicating with images. They are a swath of the world’s less-educated, online for the first time thanks to low-end smartphones, cheap data plans and intuitive apps that let them navigate despite poor literacy.
Incumbent tech companies are finding they must rethink their products for these newcomers and face local competitors that have been quicker to figure them out. “We are seeing a new kind of internet user,” said Caesar Sengupta, who heads a group at Alphabet Inc.’s Google trying to adapt to the new wave. “The new users are very different from the first billion.”
3.
El segundo, es una muestra de como no queremos perder esa alfabetización, habrá que seguir sabiendo leer y escribir A MANO, que parece que así es más fácil aprender…
It may well be that the physicality of shaping letters cements concepts in the mind. For example, to type the word “typing,” I made the same motion on the keyboard six times, choosing which letter to type but not forming them. But if I were to write the same thing by hand, I’d have to shape six different letters and put them together. That takes more effort and seems to both demand more of the brain and leave a deeper imprint on the mind than typing. That imprint appears to be critical when learning new things.