Enlazaba @nonoregaa esta entrada en respuesta a la reflexión de @AndresGReche que cayó ante mis ojos justo después de leer un artículo que ha estado bastante tiempo en una pestaña de mi navegador sobre la importancia del gobierno americano en la puesta en marcha de esa maquinaria que es Silicon Valley.
Serendipia.
Para ver la reflexión del segundo, he aquí el tuit del primero 🤓
— Nono Regaña Valero (@NonoRegaa) July 28, 2019
Extraigo del artículo de Xavier Ferrás algunos párrafos que me han parecido relevantes…
Las mejores facultades de economía de EEUU exportaron prestigiosa teoría económica por todo el mundo, postulando que nada es más sabio que la mano invisible del mercado. Miles de economistas se formaron en una concepción de la economía como ciencia pura…
La economía se convirtió en una subdisciplina de las matemáticas o de la física, y se percibió como ciencia pura: como la ley de la gravedad, una ley económica que se cumple en un lugar y un momento de la historia, debe cumplirse siempre. Las empresas se comportarían como átomos en gases perfectos, respondiendo a leyes inmutables. Cualquier interferencia humana contaminaría las dinámicas empresariales naturales, que nos conducirían a puntos de equilibrio ideales…
(ante una transformación) Tranquilos, esperemos que los mercados alcancen su nuevo punto de equilibrio. Y, sobre todo, no hagamos política industrial.
Mientras los economistas americanos propugnaban esta doctrina, los ingenieros americanos preparaban misiones espaciales financiadas por el estado, persiguiendo el liderazgo tecnológico mundial. Silicon Valley nace a raíz del esfuerzo militar en electrónica, durante la II Guerra Mundial, crece con la carrera espacial de los 60, y se mantiene todavía hoy como gran hub de compra pública innovadora. A su alrededor, es cierto, florece la actividad privada. Mientras los teóricos matemáticos de la economía defendían la no intervención en los mercados, la NASA ha invertido el equivalente a un millón de millones de dólares en los últimos 50 años en tecnologías estratégicas, gran parte de los cuales iban discrecionalmente a corporaciones tecnológicas norteamericanas, que se situaban en la frontera del conocimiento en semiconductores, computación o materiales gracias a esos proyectos. Mientras propugnaba doctrina neoliberal por el mundo, EEUU inyectaba miles de millones en una dimensión clave de la competitividad: la tecnología. En 2019, la NASA mantiene un presupuesto de 20.000 millones de dólares (el conjunto de la economía española realiza un esfuerzo en I+D de 15.000 millones)
Pero Europa se tragó el mantra. No ha hecho política industrial en los últimos 70 años…
Y la política tecnológica ha sido poco más que una broma. Restringidas y burocratizadas, las ayudas europeas a la I+D, canalizadas a través de líneas como el VII Programa Marco u H2020 iban más destinadas a generar conocimiento de per se (lejos del mercado, no vaya a ser que interfiera en el mismo, como propugnaba la doctrina neoliberal), o a fomentar las relaciones culturales y la cooperación (forzando proyectos de geometrías complejas con socios exóticos) que a generar de verdad ventajas competitivas empresariales. Sólo se ha tomado parcialmente en serio la política científica …
Pero los avances en ciencia europea han sido a menudo más aprovechados por empresas norteamericanas que por empresas europeas, atrapadas en la trampa de la “falta de transferencia tecnológica”, que ocurre siempre que se estimula la oferta (creación de conocimiento) despreciando la acción sobre la demanda (absorción de dicho conocimiento).
Origen: Europa: La pérdida de la inocencia | INNOVACIÓN 6.0