Si te ríes de una cosa, esa cosa pierde poder…pero si te ríes de alguien, el que pierde poder eres tú.

Origen: Sergio de la Calle: «El uso del humor en el ámbito profesional eleva la percepción de estatus y confianza» – Sintetia

“Lamentablemente muchos han confundido la seriedad con la profesionalidad.”

 

La risa a menudo se asocia a la frivolidad, a la falta de seriedad y al humor, a la crítica y la burla al poder, al ataque de lo establecido, a la crítica mordaz. Ese desprecio por lo humorístico se refleja en microcomportamientos diarios con los que hemos lidiado desde niños.

Así, la abuela, con su mejor intención, te empieza a decir a la tierna edad de seis o siete años: «Ya eres mayor, déjate de tonterías». En el colegio, los profesores te riñen: «¿Y tú de qué te ríes? ¡Esto es muy serio!». En el ejército te gritan: «¡Borra esa estúpida mueca de tu cara!» y en la oficina te recriminan: «Qué bien que te lo pasas. Eso es que vives bien».

 

«La potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar», dijo Friedrich Nietzsche en el siglo XIX.

Un siglo más tarde, varias universidades quisieron darle la razón; en el libro menciono hasta tres estudios que demuestran la correlación entre inteligencia, humor y creatividad.

Las personas capaces de entender el humor o de producirlo demuestran mayor capacidad de resolución de problemas analíticos y también superior razonamiento abstracto.

 

…ejemplo favorito es Stephen Hawking. «La vida sería trágica si no fuese tan divertida»

 

Para conectar  hay que tener la capacidad de presentarte como un igual y reconocer tus fallas.

Cuanto más seriamente te tomas a ti mismo, es inversamente proporcional a lo seriamente que te toman los demás.

Si no eres capaz de reírte de ti mismo, habrá alguien que lo haga por ti.

El humor es la herramienta perfecta para hacer autocrítica.

 

Las personas conectan con las personas, no con títulos o tarjetas de presentación. Si la gente no vislumbra a la persona que existe detrás del puesto, difícilmente se va a construir una relación que genere la confianza que necesitan los equipos de alto rendimiento.

El humor consigue eso. Poner a la persona delante del personaje.

 

Quizá a los baby boomers y a los de la generación X no nos sorprenda entrar en un comité y tener la sensación de tribunal, pero hay que valorar qué impacto tiene esto en los de la generación Y y Z, generaciones más volubles, cuyo talento es difícil de retener de las formas clásicas.

Kaloyan, un millennial que colaboró con el equipo durante unos meses de beca, me acompañó a una reunión y, cuando salimos, me preguntó: «¿Qué hemos hecho mal? ¿Por qué estaban enfadados?», y yo simplemente le respondí: «No estaban enfadados. Es así siempre». En su cara pude leer que se preguntaba cómo podría aguantar eso de forma continuada. Y es que, ciertamente, no es una estrategia sostenible.

 

El humor siempre implica un riesgo. De hecho, es parte de la gracia. Algunas veces se falla pero aún así está demostrado que no afecta a tu imagen de profesionalidad, la gente sigue apreciando la valentía y la disposición.