Simpatiquísima entrada muy ilustrativa en historias de un practicante zen:
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Si de verdad te fijas en tu vida, esa vida ordinaria y aburrida, descubrirás algo absolutamente maravilloso. … La gente cree que necesita experiencias extremas. Y es verdad que a veces las experiencias brutales y extremas nos conducen, aunque no sea más que por un instante, a un estado de iluminación. Por eso buscamos experiencias de este tipo. Ahora bien, el efecto desaparece echando leches y te quedas ahí, con cara de bobo, hasta el próximo subidón.
Lo que hay que entender es que no hacen falta drogas, dinamitar edificios o ganar una carrera de Fórmula Uno. No hace falta tirarse en parapente o seducir a la secretaria. No hace falta tener visiones en las que uno se funde con el universo. Basta con ser el que eres, con estar donde estás. Rasca la mierda del wáter. Saca a pasear al perro. Haz tu trabajo. Esa es la magia pura. Si de verdad quieres fundirte con Dios, esa es la forma de hacerlo. Este preciso instante. Estás sentado. Con una mano te rascas los cojones, y con la otra vas dándole al scroll down mientras piensas../ “Este tío está como una regadera”. Ese momento es pura iluminación. Ese momento nunca ha sucedido antes y no volverá más. Una vez pasado, desaparece para siempre. Ese momento eres tú. Ese momento es la unión, la fusión entre tu y el universo, Dios mismo.
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