El verbo «discutir» proviene del latín, y etimológicamente significa resolver. Como posible vía de resolución de conflictos, la discusión es una parte relevante de la dialéctica y la retórica, consideradas desde la Grecia clásica como el arte de persuadir a los contrarios. La argumentación y las pasiones han ido de la mano desde tiempos de Aristóteles, que advertía del peligro de dejarse llevar por la ira en los debates.
La polarización no busca discutir, persuadir ni convencer a los antagonistas; le basta con descalificarlos.
Origen: Polarización, la nueva droga – Ethic : Ethic
No es fácil determinar si las redes sociales se limitan a reflejar esa congestión o si la han espoleado. Con todo, lo más preocupante de ese círculo vicioso es que quien se abandona a esa forma inflamada de expresarse cae también en una verdadera adicción psicosocial y neurológica de la que le costará salir. Sufrirá efectos físicos, como pérdida de memoria y atención, tomará decisiones equivocadas, padecerá trastorno del sueño, ansiedad y estrés, acumulará síntomas de fatiga y dependencia. Su comportamiento social será cada vez más esquinado y hostil y, además, experimentará una peligrosa escalada de ansiedad y odio constantes.
Con otra tendencia común entre ellas: la virulencia de los debates ha aumentado de forma significativa desde la pandemia. Parece como si las incertidumbres de los últimos tres años hubieran alentado los comportamientos coléricos. Todo se reduce al absolutismo moral, las ideas se radicalizan y solo se busca en los demás la confirmación despótica de los propios prejuicios y creencias.
Estamos ante un severo problema de convivencia y ante la pérdida sustancial de una parte relevante de nuestra calidad democrática. Se equivocan quienes lo consideran una cuestión marginal, porque hace mucho que dejó de limitarse a un número reducido de gamberros, de troles o de orates; la polarización amenaza ya con reducir a la mitad de las poblaciones a un estado tóxico, enajenado y de indignación permanente. Como ocurre con el resto de drogas y estupefacientes, esta tiene efectos nocivos físicos y emocionales sobre las personas. Por eso, mitigar o solucionar el problema de la polarización es responsabilidad de todos.
Si no somos capaces de dialogar entre nosotros con buena voluntad, ¿qué nos queda?
…pese a todo hay que seguir atreviéndose a pensar.