Aquel viejo chiflado no paraba de hablar, de gastar bromas, de decir lo que pensaba, de preguntar a la gente, de jugar a seducir a las mujeres que por allí pasaban…
Lo mejor es que muchas de las cosas que decía tenían sentido, ese sentido y esa lógica de propia de niños, locos y borrachos.
Aquel anciano necesitaba, sin lugar dudas, un blog ;-P