El Blog Salmón
Según la ley de Pareto, un 20% de la plantilla, es la que realmente aporta el 80% del valor a una empresa, del mismo modo que, según esa misma ley son un 20% de productos a la venta los que dan el 80% del beneficio, o un 20% de clientes los que compran el 80% de lo producido. De tal forma que si perseguimos la optimización nos encontraríamos paradójicamente entrando en una espiral que nos conduciría a una situación insostenible, aunque en un principio parezca que estamos ante el colmo de la optimización.

Imaginemos una empresa con 2000 empleados, que factura de 100 millones, si conseguimos detectar que empleados componen el 20% más productivo y despedimos al resto nos quedaríamos con 400 empleados y aún facturaríamos 80 millones (que sumado a lo que nos ahorraríamos en salarios, nos sale un notable incremento del beneficio). Aplicando sucesivas veces este principio llegaríamos a la siguiente conclusión (teórica): sólo necesitamos 1,28 empleados para producir 40,96 millones, el jefe y el que ha hecho la estadística, ya sabemos quienes son los más eficientes podemos despedir a 1998 empleados y aún facturaremos 40,96 millones, ¡Eso si que es eficiencia!

Esta reducción al absurdo, lleva a la siguiente conclusión: Supongamos que la población mundial eran los 2000 empleados de mi empresa, ¿A quien le voy a facturar esos 40,96 millones? ¿Con que me van a pagar si no tienen salarios? Con lo que me he ahorrado en salarios puedo comprarme parte de mi propia producción, pero no tardaré en darme cuenta de que el dinero no se come.