Había algunas que parecían no haber sido disparadas por nadie, apenas sin existencia… ahora se encontraban bajo la galería desde donde los hombres disparaban y, al instante, clavadas en la diana.

El zorro y las flechas • El zen de las cosas

“… Algo en su instinto le dijo que aquel lugar era peligroso, un descampado vacío destinado al vuelo de las flechas (animales dañinos). Aún así permaneció allí un tiempo observando. Espiaba a aquellos hombres que, con gestos pausados, practicaban su arte en silencio, tensaban su arco y… aquel mal pájaro salía veloz.
Podía ver el rastro de las flechas en el aire, la perturbación que producía en el espacio. No sólo las de las recién disparadas, sino las de todas las flechas disparadas, durante todos los días, de todas las décadas desde que se fundó el dojo de kyudo del Palacio Imperial. Las disparadas con indecisión describían un trazo errático. Las lanzadas con valentía, demasiado rígido. Las que salieron del arco del engreído dejaban en el lugar un rastro grueso y burdo. Las flechas del miedoso caían antes de llegar. Había algunas que parecían no haber sido disparadas por nadie, apenas sin existencia… ahora se encontraban bajo la galería desde donde los hombres disparaban y, al instante, clavadas en la diana. …”