tal como aparece en “Conversaciones con Mies van der Rohe“, de Ed. Gustavo Gili, ed. Moisés Puente)
La tecnología tiene sus raíces en el pasado.
Domina el presente y tiende al futuro.
Es un verdadero movimiento histórico;
uno de los grandes movimientos que dan forma y
representan su época.
Sólo puede compararse con el descubrimiento clásico
del hombre como persona,
con la voluntad de poder de los romanos
y con el movimiento religioso de la edad media.
La tecnología es mucho más que un método;
es un mundo en sí misma.
Como método, es superior en casi todos los aspectos.
Pero sólo allí donde se la deja sola,
como en la construcción de maquinaria
o en las gigantescas construcciones ingenieriles,
la tecnología revela su verdadera naturaleza.
Ahí se hace patente que no sólo es un medio útil,
que es algo, algo en sí misma,
algo que tiene un significado y una forma poderosa;
tan poderosa, de hecho, que no es fácil ponerle nombre.
¿Es eso aún tecnología, o es arquitectura?
Esta puede que sea la razón por la que alguna gente
está convencida de que la arquitectura quedará anticuada
y será reemplazada por la tecnología.
Tal convicción no se fundamenta en ideas claras,
sino todo lo contrario.
Donde la tecnología alcanza su verdadero cumplimiento,
va más allá de la arquitectura.
Es cierto que la arquitectura depende de hechos,
pero su verdadero campo de actividad se encuentra
en el terreno de la trascendencia.
Espero que entiendan que la arquitectura
no tiene nada que ver con la invención de formas.
No es un campo de juegos para niños, jóvenes o mayores.
La arquitectura es el verdadero campo de batalla del espíritu.
La arquitectura escribió la historia de las épocas
y dio a éstas sus nombres.
La arquitectura depende de su tiempo.
Es la cristalización de su estructura interna,
el lento despliegue de su forma.
Esta es la razón por la que la tecnología y la arquitectura
están tan estrechamente relacionadas.
Nuestra verdadera esperanza es que crezcan juntas,
que algún día una sea la expresión de la otra.
Sólo entonces tendremos una arquitectura digna de su nombre:
una arquitectura como un símbolo verdadero de nuestro tiempo.